Leonardo Bastida Aguilar
Ciudad de México a 23 de junio de 2017
Ser lesbiana es la causa por la que Edith enfrenta una serie de barreras legales para poder evitar que el padre de su hijo, de casi cinco años, siga teniendo tardes de convivencia con él a pesar de que en algunas ocasiones lo ha agredido físicamente y ella misma ha sido violentada por su ex cónyuge, incluso mientras estaba embarazada.
Radicada en Tepic, Nayarit, casada con su pareja Dalila, actualmente enfrenta un proceso legal por la custodia de su hijo, en el cual, asegura, hay mucha irregularidades. Desde 2015, cuando comenzó el conflicto legal con su anterior pareja, se ha enfrentado a lo que considera “actos de lesbofobia” debido a que la jueza tercera de lo familiar, María Guadalupe Martínez Castañeda, cuestionó a Edith durante la primera audiencia sobre las causas “por las que quería quitarle a su hijo el único referente de familia natural que tenía” y señalarle que “no quería que viviera en una relación con dos mamas”.
La violencia fue una constante en la relación de Edith con el padre de su hijo, llego a tal grado que incluso hubo un intento de asesinato, el cual quiso denunciar, pero no prosperó porque indica, la obligaron a conciliar argumentándole que su hijo necesitaba una figura paterna.
Recién terminada su relación, él se dirigió a Sinaloa, donde vivió por algunos meses hasta que se enteró de la relación de Edith con Dalila, quienes conformaron el primer matrimonio entre personas del mismo sexo en territorio nayarita sin necesidad de recurrir a un amparo, recién realizada la modificación al Código Civil de la entidad, en enero de 2016.
Al enterarse, regresó a Tepic, comenzó a seguirla hacia su trabajo y llamarle por teléfono de manera insistente. Temerosa de más actos violentos en su contra o la de su hijo, obtuvo medidas cautelares por parte de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de Nayarit debido a que el niño llegaba en malas condiciones con ella y Dalila después de haber tenido la visita con su padre. Esta prohibía que hubiera un acercamiento hacia ellas o el menor, sin embargo, esto no ocurrió y él regresó a buscarlas, con lujo de violencia. Por el hecho, fue llevado al Ministerio Público, pero salió bajo fianza.
A pesar de los hechos, las autoridades no consideraron que su solicitud de poseer la custodia de su hijo fuera procedente sino más bien sólo le dieron la opción de firmar un convenio de convivencia, en el cual se estipulaba que su hijo se iba a quedar a dormir tres noches en la casa de su papa, y en la de ella, otros cuatro.
Las investigaciones arrojaron que él tiene problemas de ira y de control de emociones. En gran parte, porque para él había sido un golpe muy fuerte el hecho que ella se hubiera asumido como lesbiana y que todo lo que estaba haciendo era una reacción a ese golpe emocional que había tenido por lo que le pedían ser más empática con él.
También le cuestionaron que su pareja podría violar a su hijo debido a su orientación sexual o que entendiera el vacío que le iba a dejar a su hijo si cortaba la relación y luego la cambiaba e iba ir de una pareja a otra, exponiéndolo a convivir con muchas parejas.
Esto no importó y está obligada a llevar cada 15 días a su hijo al Centro Estatal de Justicia Alternativa y de Convivencia de Nayarit a pesar de que el menor no quiere asistir porque lo ha golpeado y se hace pipi del miedo además de que ha reportado que su papá le dice que la policía se va a llevar a sus mamás porque son lesbianas y eso está mal.
Sin embargo, los informes del Centro no dicen eso, reportan que las connivencias se llevan a cabo sin contratiempos. A ella le han dicho que debe firmar un informe y una constancia de que la convivencia se llevaba a cabo de manera regular.
La incertidumbre prevalece, la jueza que llevaba el caso dimitió la semana pasada y ella y Dalila han recibido intimidaciones a través de llamadas telefónicas. Acudió al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación y emitieron una recomendación para que la defensoría de oficio absorbiera su caso. En la defensoría le comentaron que no le convenía porque su caso estaba listo para sentencia. Algo que aún no ocurre.
El mayor deseo de Edith y Dalila es que su pequeño continué su desarrollo y crecimiento sin contratiempos, sin obligarle a que acuda a las visitas con su padre, proteja su interés superior y cese la discriminación por su orientación sexual, algo que ha dejado de ocurrir en su vida cotidiana, pues los mismos compañeros de escuela de su hijo saben que él tiene dos mamás y nadie dice nada.